martes, 19 de marzo de 2013

Los supermercados.


Hay que aclarar que nunca me han gustado los supermercados. Esos lugares de luces blancas y pisos lustrosos en donde se apiñan señoras cazando las ofertas de la semana. Cuando llego a uno me siento perdido al ver los pasillos dispuestos simétricamente con miles de productos ordenados bajo estrategias comerciales para mí desconocidas, mientras un ejército de carritos van rodando con sus llantas temblorosas y chirriantes.

Al parecer hay secciones. Acá la de frutas y verduras, con sus básculas balanceándose entre rollos de bolsas plásticas. Allá la de carnes y pescados, con un abanico nauseabundo de olores sangrantes y pegajosos. ¿Qué va a llevar? Te ofrecen el nuevo jamón de pierna de pavo bajo en colesterol. No, gracias.

Hay hombres con botas y batas blancas manchadas de sangre que cortan la carne y el pollo. Nunca te voltean a ver y golpean con fuerza y habilidad intercalando cuchillos y mazas. Todo detrás de un mostrador de vidrio lleno de sus obras de arte. De este lado las señoras contemplan el show y les gritan cosas. Hoy deme faldilla de res de primera, limpia y sin grasa. Yo quiero filete de centro selecto, bien delgadito, por favor. Yo quiero vomitar.

Mientras me traen como esclavo egipcio empujando el carrito, trato de distraerme en la sección de películas a treintaynueve pesos. Mucho Charlton Heston, para mi gusto. 

Desde que uno llega y no hay dónde estacionarse hasta que uno se va y el viene-viene insiste que te ayuda con las bolsas a cambio de una propina, todo es puro estrés puro.

Ya hace falta Yakult en la casa. Hay que ir al súper. Íbamos por Yakult y ya en confianza se ofrecieron unos limones, un cepillo de dientes para el niño, tres paquetes de pañales porque hay que aprovechar el trespordos, unas galletas porque ya 'mero' se acaban, unos refresquitos porque al rato va a ir Vero a la casa y de paso unas aceitunas ya ves que le gustan mucho. Escógete de volada unos aguacates que no estén muy verdes y si ves una lechuga de buen tamaño te la traes. Caí en la trampa. Jonrón y tres carreras.

Después de llenar el carrito hasta límites insospechados nos dirigimos a las cajas, donde parece que es la fila de entrada al estadio y no para pagar. En lo que avanzamos lentamente hacia la malhumorada cajera tomo la revista de chismes y procuro pasar rápidamente las páginas donde salen las artistas mostrando sus atributos ya que me daría mucha pena que la señora de atrás pensara que le quiero ver las nalgas a Ninel. Cuando llega nuestro turno, la señorita pregunta si encontramos los que buscábamos y en ese momento te cae el veinte. Los pinches Yakults, se nos olvidaron. Así que en lo que va registrando los productos voy corriendo a buscar los lactobacilos casei shirota que tanto le gustan al niño. A toda velocidad los encuentro y corro de regreso con la esperanza de alcanzar a mi mujer. Con permiso, con permiso, con permiso. Todos me ven con odio mientras brinco a varias señoras con sus carritos repletos y uno que otro señor que va por su cartón de victorias al chingado supermercado. 

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