lunes, 26 de octubre de 2009

9.9.9. primera parte.

El nueve del nueve del nueve. Casi como fecha apocalíptica dando marometas. Casi como cuenta del teletón prescindiendo de un elemento. Casi como un 1000 en depresión. Casi como el número de la bestia con una seria borrachera. Casi como una versión de windows nunca antes conocida. Así fue la fecha de nuestra boda. Inesperada. Repentina. Inolvidable

La elección del día surgió porque unas semanas antes habíamos escuchado en el radio y habíamos leído en los diarios que era una fecha cabalística que auguraba 'amor eterno', según los chinos.

-¿Y cómo es eso?
Preguntaría el obcecado alumno a su profesor.

Bien, pues al parecer el número nueve en mandarín se pronuncia algo así como "jiu", sonido que también significa "longevidad", así que si repites el significado 3 veces, pues es algo que se acerca a lo eterno. Longevidad-longevidad-longevidad. Por eso elegimos esa fecha. Lo curioso fue cuándo lo decidimos... el 21 de Agosto de 2009, es decir, 18 días antes.

Supongo que a la mayoría de indivuos, es decir, varones, que reciban una noticia del orden de "estoy embarazada", a los 3 meses de noviazgo, les parecerá como recibir un puntapié en las zonas blandas. Como balde de agua fría en medio de la nieve. Como bailar desnudo en un escenario frente a un auditorio repleto. Como, como, como... En fin, creo que entienden mi punto. Pero a mí me pareció que me decían: 'Felicidades, se sacó usted la lotería.' Caray, con las ganas que tenía de un hijo, pensé. Claro, mi novia-ahora-esposa se soltó con un sermón que sonaba a algo así como: "nonono y ahora qué vamos a hacer qué van a decir tus papás me van a odiar cómo les vamos a decir no lo puedo creer lo que nos faltaba cómo lo vamos a mantener no tenemos nada por Dios dime qué piensas no mejor no me digas estás seguro que lo quieres tener..." y así como por 10 minutos. Lo que siguió fue la asimilación de la información que concluyó 3 días después cuando por la mañana mi mujer se levantó, me miró y me dijo. ¡Oye, estamos embarazados!

Pero no nos brinquemos tanto. Su mamá fue la primera en saber. Mi-entonces-suegra-ahora-suegrita espiaba desde su ventana para ver mi reacción. No sé quién de los dos (mi suegra o yo) estaba más contento, pero fue muy consolador saber que había alguien de nuestra parte. Al día siguiente le dijimos a una de mis hermanas y a su novio. Mi hermana me vio, sonrió un poco y después se soltó a llorar. ¿Por qué lloras? Mi hermaniiiiito, decía.

Lo malo de no decirle a toda la familia al mismo tiempo es que se filtra la información. Primero visitamos a sus abuelos, quienes se mostraron satisfechos y muy felices por el notición. Más lágrimas por aquí y por allá. Llamadas. Llega que la tía, que la prima, que el concuño, según que nadie sabe y a la mera hora ya todos sabían. Felicitaciones. Las preguntas obligadas. Qué van a hacer. Cuándo nace. Cómo le van a poner. Están felices.

Esa misma tarde invitamos a mis papás a comer. No sabíamos cómo darles la noticia. Yo no pude convencer a mi mujer de que nos escribiéramos en las barrigas 'estamos embrazados!'. Mala cosa. Llegamos tempranísimo al restaurante. Mi novia-ahora-esposa al borde de un colapso nervioso. Yo buscando una manera creativa de hacerles saber a mis padres su abuelismo. El hámster medio dormido en mi cabeza. Y de pronto digo '¡ya está!', vamos a escribir en unos papelitos "estamos embarazados" y que se los pongan en las cartas antes de ordenar. Nada nuevo pero funcional.

Cuando llegan mis papás, no vienen solos. También viene mi otra hermana y su esposo. Lo cual me hizo pensar que mi 'una' hermana (para aclarar quién es una y quién es otra) le ha de haber dicho a la otra 'te digo algo pero no le dices a nadie?' y ahí se chingó el asunto.

El mesero ya sabe bien qué tiene que hacer. Mi mujer y yo tomados de la mano. Mis hermanas como viejas chismosas de lavadero. Las cartas son entregadas a los comensales. Mi madre abre su menú y se queda viendo el recadito. Mi mujer y yo esperando a que nos voltee a ver para gritar 'felicidades'. La tensión en la mesa a todo lo que da. Mi madre voltea a ver al mesero y le pregunta: "¡¿Qué es esto?! ¿Van a abrir un restaurancito, o qué?" El mesero sudando la gota gorda no sabe ni qué decir. Hasta que finalmente le cae el 20 a mi madre, nos ve y dice. Noooo. Y nosotros. Síiiii. Y ella. Nooooo. Y nosotros. Que síiii. Ella se levanta, nos abraza y dice '¡Felicidades!'. La taquicardia disminuye.

Mi papá por su parte, se quedó frío. Como si le hubieran dicho que su hijo le iba a dar un nuevo nieto o algo así. Sólo pudo preguntar. ¿Se van a casar? Le dijimos que sí y le explicamos todo lo del 9 del 9 del 9 y como que descansó, se relajó, se puso más contento y nos felicitó.

Continuará...

viernes, 16 de octubre de 2009

Misterio Femenino

Una mujer se muerde la uña del dedo índice de la mano izquierda compulsivamente, mientras su esposo la contempla. Después de unos minutos él le dice:

- Has estado mordiéndote mucho esa uña.
- Ya sé. Ya tiene rato que tengo la manía.
- ¿Ah, sí? Y, ¿para qué lo haces?
- Tú no entiendes. La pregunta no es para qué sino por qué.
- Vaya. Pues dime por qué.
- No lo sé.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Sueño corto-surrealista-con-calambre o Cuento breve con final feliz.

Un joven apuesto pero con cabeza de manzana era la atracción principal de la feria de las curiosidades, un evento en donde se congregaban gentes (sí, gentes) de lo más extrañas, dedicadas a las más disparatadas actividades que pueda uno imaginar, tales como un concurso de resbalones, o el ya tradicional encuentro regional de raspones con figuras atrevidas, sin mencionar el torneo de deslizamiento en traje de baño sobre asfalto (demonios, ya lo mencioné).

En los puestos de comida había señoritas particularmente obesas que vestían provocadoramente y se embarraban unas a otras con aceite para bebé. En las bebidas había un ejército de científicos que desarrollaban complejas fórmulas para lograr cumplir con la intensa demanda de cerveza hervida e hirviendo (he ahí lo complejo) para todo el público. El toque final lo daban los hombres lunar-peludos, que como su nombre lo indica, ostenataban sendos lunares peludos, todos ellos (los hombres) enfundados en un leotardo con la bandera de Estados Unidos.

Todo marchaba de las mil maravillas hasta que llegaron los municipales, encabezados por un agente del departamento de protección civil, exigiendo les mostraran la licencia de funcionamiento, situación en extremo incómoda, ya que nada ahí funcionaba correctamente, ni apegado a derecho, lo cual provocó que un héroe de antaño intentara suicidarse en un cementerio de los alrededores, sin mucho éxito, debido a la compleja numerología de su fecha de nacimiento. Como era de esperarse, toda la multitud se enardeció al ver salir victorioso, una vez más, a un inútil pero gran, gran final feliz.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Los interminables días.

A menudo me sucede que me da por saber cuántos sonidos somos capaces de escuchar a la vez, y me concentro lo más que puedo. Un ventilador funcionando, música lejana, las persianas que se mueven, una conversación que llega opaca desde la oficina de al lado, la gente hablando dentro de esta oficina, de pronto arrastran una silla, algún cajón que se abre, y así me voy dando cuenta de la enorme cantidad de detalles que debido a la cotidianeidad dejo pasar por alto.

Me imagino todos estos detalles como vidas paralelas, historias que corren a la par de la mía y que aunque forman parte de mi vida, son ajenas a mí. Entonces es que pienso en todo lo que se podría decir acerca de un solo día, todo lo que ocurre en 24 horas, cuántas historias se pierden y cuántas se ganan. Son los días interminables. Indivisibles. Insoportables.