viernes, 25 de julio de 2008

La oveja negra.







Me encuentro en un estado de incómoda confusión. ¿El motivo? Bien, lo contaré brevemente:


Resulta que acabo de despertarme después de una serie de sueños por demás extraños y de difícil comprensión, de los cuales uno de ellos, en particular, es el que me tiene meditabundo. Llegaba yo a un restaurante en el que se encontraba ni más ni menos que el célebre Augusto Monterroso, a quien yo saludaba cordialmente y le decía "¡La oveja negra es un regalo de Dios!" y él me otorgaba una risa franca. Seguíamos platicando, sin embargo, ya no recuerdo nada más de lo dicho. El problema grave es que yo nunca tuve oportunidad de conocer a escritor tan grande y, por supuesto, nunca había visto su cara. La otra cuestión es que el tipo está muerto.

Lo único que espero es no estar convirtiéndome en una especie de médium y que después vaticine en dónde se pueden encontrar osamentas y cosas por el estilo. Por el otro lado quiero pensar que no es algún tipo de señal que justifique un final de tragedia griega. Lo tomaré con calma.

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