viernes, 20 de noviembre de 2009

Lo que sé de Dios.

Nos encontramos compungidos, incongruentes, deshechos. ¡Perdemos tanto! La noción. El sentido. Perdemos afecto, las conclusiones, el piso. Perdemos sobriedad, amistades, lágrimas y sueños. Nos perdemos en conjeturas, en el pasado, en el presente, perdemos el futuro. Ganamos miedo. Lo dejamos entrar en nuestras vidas y de pronto nos damos cuenta de que toda nuestra vida es miedo. Temerosos caminamos. Afligidos nos matamos. Nos entregamos al sarcasmo de la existencia y nos damos cuenta que estamos solos.

Cuando hemos perdido todo. Cuando ya no queda nada. Nos percatamos de que sólo nos queda Dios. Silencioso nos contempla. Nos juzga sin decir nada. Nos enfrenta a nosotros mismos. Él ahí crucificado pero siempre con los brazos abiertos. Y lloramos inconsolables.

lunes, 9 de noviembre de 2009

9.9.9 Segunda parte

Los preparativos de la boda corrieron por cuenta de mi hermana mayor-mayor. Para entender mejor esto, tengo dos hermanas, ambas son mayores que yo. Así que me refiero a la más mayor.

Ella muy linda dijo. Yo se los organizo. Y todos estuvimos conformes.

Primero tuvimos que invitar a la gente, claro. Llamadas telefónicas fue el medio utilizado. Todos pensaban que era broma. ¿Es en serio? No estés jugando con eso. Te lo juro, me caso el 9 de septiembre. No te creo. Pregúntale a quien quieras. ¿Se casan por amor o porque están embarazados? Ambas. Bueno, pues gracias por la invitación.

En otros casos era algo como. ¡Ay mijito pero por qué! Si están muy jovencitos. ¿Ya lo pensaron bien? Pues a ver si así ya sientas cabeza.

Invitamos poca gente. A penas unos 50 invitados cada quien. Sin mesa de regalos. Sin invitaciones. Sin esmoquin rentado. Sin muchas cosas pero con muchas ganas de casarnos.

Tuvimos una despedida de solteros mixta. Para evitar teiboleras y estripers. Muchos se llevaron una gran decepción, pero nimodo. Terminó convirtiéndose en una linda borrachera de amigos y primos.

A medida que se acercaba la fecha, la gente me preguntaba si no estaba nervioso. Pero yo estaba relajado. Tranquilo. Hasta que llegó el día.

A mí se me ocurrió una idea para nuestro último día de solteros. Le digo a mi mujer. Pues ya que ese va a ser el último, por qué no se va cada quien para su casa y dormimos con nuestros papás, a manera de despedida. Y ahí estaba yo a mis 24 años durmiendo en medio de mis padres, haciendo algo que ni siquiera de niño había hecho. Despidiéndome de una vida que había disfrutado ampliamente hasta ese momento. Despertamos los 3 abrazados, despeinados y contentos. Ahí fue cuando empecé a sentir los primeros nervios del día.

A partir de ese momento todo pasó volando. El juez estaba citado a las 19:00 hrs. Y de pronto ya eran las 6 de la tarde. Ya estábamos recibiendo invitados. Ya estábamos con los últimos detalles. Los meseros. Las copas. Las margaritas. Y en eso mi teléfono. El juez. Que viene tarde por las inundaciones en Valle Dorado. Y los nervios al cielo.

Cuando vi pasar al mesero con la primera charola de margaritas corrí a tomar una. Fondo. No sea malito deme otra, por favor. No quería dejar que los nervios se apoderaran de mí, así que los contrarresté con tequila. Cuando vi que no funcionaba, pedí la primera cuba. Cuando el juez llegó ya me sentía medio mareado. Y todavía inquieto.

Los padres del novio y sus testigos de este lado, por favor. La mamá de la novia y sus testigos de este otro, si son tan amables. Y que empieza el asunto. Estamos aquí reunidos para unir en matrimonio blablablablablabla procederemos a firmar los documentos. ¡¿Qué?! Pues que este juez no da ni un cursito de inducción primero? Todos guardan silencio absoluto. Los ojos de todos los invitados encima de nosotros. Se podía sentir toda la tensión en el lugar. Y de pronto se alza la voz de mi sobrinito de 2 años diciendo, casi gritando 'quiero hacer popó'. Carcajada general. Hasta al juez se le escapó la risa. Todos nos volteamos a ver y la tensión se fue. Gracias sobrino. Su madre lo lleva al baño y él todavía pregunta. ¿De qué se ríen, mamá?

Firmaron los testigos. Firmaron los familiares. Firmamos nosotros. Y ya eramos marido y mujer. Beso. Felicitaciones. A festejar. Y de ahí todo fue mucho más sencillo.

¿Que si vivimos felices para siempre?
No, definitivamente no.

Pero casi siempre.